lunes, 2 de mayo de 2016

...Y A MÍ ME IMPORTA UN BLEDO

    Lo cierto es que, aunque todavía no lo he conseguido, uno de mis objetivos en esta recién estrenada decena es hacer mío este lema. Oole ahí, con un par. Que ya podía haberlo hecho antes, pero no fui tan lista como Olvido.
   
   El sarpullido invisible y la mala leche que se me pone cada vez que veo que alguien me juzga con comentarios envenenados o miradas torcidas por como vivovistocantobailocorrolloro o por como educohablogritoalimentopremiocastigo a mis hijos va siendo cada vez mayor (proporcional a  la edad, debe ser). Hay una especie de tiranía de lo guay y lo no guay, que afecta en gran medida a las mujeres, más que a los hombres, y que te arrastra sin quererlo a culpabilizarte por no llegar al nivel que se espera de ti (megaguay, a ser posible). Esto te obliga a comer sanísimo, sin sal, piénsate lo de los lácteos, terribles, la verdura y la fruta a ser posible de cultivo orgánico, please;  a no dar nunca a tus hijos comida preparada, potitos o salchichas plastificadas ( o a ocultarlo, callártelo como una muerta, mentir: casos conozco); a ofrecer lactancia a tus hijos a demanda, sean cuales sean tus circunstancias, ( madre egoísta, mira que plantearte otra posibilidad) bajo la amenaza segura de condenar a tu hijo a una vida de infecciones sin fin; a educar en valores, sin castigos, sólo refuerzos positivos, sin gritos, hay que explicar y justificar...

   La faceta de madre, especialmente durante los primeros años de vida de nuestros hijos, es completamente invasiva con respecto a las otras: trabajadora, pareja, amiga, hija, mujer, lectora compulsiva, deportista incansable...existen miles de caras para una misma mujer y cada una elegimos las nuestras. Y, aunque asomen tímidamente la cabeza, creo que debemos seguir alimentándolas para estar completas. Eso, si esa es nuestra elección. Y puesto que yo me esfuerzo en comprender y no juzgar a aquellas mujeres que deciden dedicarse en cuerpo y alma a sus bebés desde que nacen hasta el infinito, que cumplen casi a rajatabla el manual de la madre guay, y que además lo defienden como necesario para el desarrollo emocional sano de los niños, reclamo que ellas respeten que es una opción que personalmente me espanta, y me molesta que se suba a los altares como propuesta de maternidad ideal.

    Quiero pensar que hay muchas maneras de educar niños sanos y felices, todas válidas, y además, me parece importante no olvidar el camino recorrido y seguir peleando por avanzar y no ceder el terreno conquistado, es decir : que somos capaces de desdoblarnos, y ser otra cosa además de madres. Aunque invirtamos parte de nuestra jornada laboral en interesarnos por la tos del niño, en sufrir por su examen de polinomios, o en ir haciendo mentalmente la lista de la compra: en eso sí creo que estamos todas atrapadas sin remedio.

   Y que viva el día de la madre. De todas las madres.