martes, 1 de noviembre de 2016

DEL INSOMNIO IMPRODUCTIVO II: CONTRADICCIONES

  Ayer, otra vez, tuve problemas para conciliar el sueño y mis reflexiones profundas me llevaron a una frase que leí hace unos días. Según parece, corresponde a parte de la declaración de un acusado: ¿Cómo voy a ser islamista si veo porno? No cuela, claro. De contradicciones de este tipo están las cárceles llenas. Pero me hizo pensar en el poco peso que tienen las creencias en el verdadero comportamiento de mucha gente y en como cambiaría el mundo si nos atuviéramos a seguir el camino al que nos hemos comprometido. En este caso, en el mundo perfecto, sería imposible encontrar sacerdotes pedófilos. padres maltratadores, maridos y esposas compulsivamente infieles, amigos mentirosos y desleales, policías corruptos, políticos chaqueteros... Algunos de esos códigos de conducta saltados a la torera estaban asumidos por escrito, o bajo juramento. O eran programas de actuación pregonados a los cuatro vientos. O códigos morales adquiridos como parte de una ética, sea confesional o atea, me da lo mismo. Pero con mucha frecuencia, encontramos daños cuyo origen está en el incumplimiento no ya de una ley ( evidente en cualquier delito), sino de alguna norma, o de algún contrato, o de un código moral a los que el agresor, de forma personal, estaba comprometido.

  Pensaba yo a esas horas que estos quebrantos morales ocurren también a pequeña escala (nivel doméstico), puesto que es algo normalizado poder contar alguna anécdota de gente que se escaquea sistemáticamente de currar en su puesto de trabajo, incluso de manera ingeniosa para que parezca que hacen algo (y no me refiero a tener un día perezoso, que de esos todos tenemos), o no es raro conocer a algún docente más interesado en dejar correr las horas y los meses que en enseñar su materia, o sea que, desde niños, aprendemos el escaso valor de los compromisos.

   Ya avanzadas las horas me di cuenta de que estas reflexiones no me estaban llevando a ningún lado, ni siquiera a dormir. No puedo concluir que no te puedes fiar ni de tu padre, ya que la mayoría de ellos se comportan como se supone que debe hacerlo un progenitor. O de ningún cura, puesto que hay por el mundo bastantes ejemplos de religiosos de distintos credos de ética intachable y muy comprometidos de verdad con la lucha contra la injusticia social. Para colmo, pensé, todo esto parece un pensamiento inflexible, en contradicción a la versión de la vida que defiendo, esa que dice que las cosas más interesantes suelen aparecer abriendo puertas alternativas, tomando carreteras secundarias, escapando del camino trazado.

   Pero quizá no, quizá lo que yo defendía de madrugada era la idea del compromiso real para mejorar nuestro pequeño mundo cotidiano, la importancia de seguir una línea ética que dé confianza y seguridad a los demás y que sirva de ejemplo de vida a otras generaciones, la necesidad de que nuestros actos sean fiel reflejo de aquello que pregonamos y, por otro lado, la conveniencia de encontrar los huecos que nos permitan sacar los pies del tiesto de vez en cuando. Valga la contradicción.