viernes, 27 de mayo de 2016

LO QUE VIENE A SER LA ADOLESCENCIA (I)

   Un día, sin más, abres los ojos con un poco más de interés y concentración de lo habitual, y descubres en tu casa a dos maromos que parecen haberse merendado a tus pequeños. Esos niños rubios y dulces ya no existen. En su lugar, hay dos cuerparrones hormonados por ahí dispersos. Porque esa es la primera diferencia:

   1) Los adolescentes no se sientan: se desparraman en el sofá.

   2) Te dispones a entrar en el ascensor. Meses atrás, tus dos hijos se pegaban día sí y día también por dar los primeros al dichoso botón, hasta el punto de negociar  con ellos un riguroso turno con el fin de no empezar cada día a grito pelado y dando la nota en el portal. Ahora no. Ahora entran, apoyan sus anchas espaldas cada uno en un rincón, y esperan. A que venga el Espíritu Santo, o a que su Santa Madre apriete el susodicho botón. Ellos no. Nunca. Indolencia manda.

   3) Métodos para comunicar una mala nota tratando de evitar bronca y/o castigo.

Método A ( o cómo suavizar el golpe)

- Nos han dado la nota de X.
-¿Y?
- Fatal. Fulanito, que es buenísimo, un 3, Menganita, que es de las mejores de la clase, un 4...
-¿YYY?
-Zutanito, que estudia mogollón, un 4,25..
-¿YYYYY?
-¡yo un 4.75!. Está genial,no? (sí, estupendo, mi chico es un as)

Método B (la mejor defensa es un buen ataque)

- (M, con evidente cara de cabreo, entrando por la puerta): ¡Cómo se pasa X ! ¡me lo sabía todo y me pone un 3.5! ¡pienso reclamar! ¡No me digas nada, mamá, no me digas nada que no quiero hablar del tema. (Pobre, y yo que sí quiero hablar del tema...)

  Algunos días, la puesta en escena es digna de nota. Pero...cuando tú vas, yo vengo de allí ( que decía la canción).

   4) La moda (suya). Asume que eres una antigua, aunque tú te creas moderna de la muerte, y que no entiendes nada. Si ellos dicen que pega, y que "todo el mundo lo lleva así", no hay nada que discutir. "Todoelmundo" tiene muuuuucho mejor gusto que tú. Dónde va a parar...
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   5) La moda (tuya). Peroooo... ese vestido tiene plumas, ¿vas a salir así a la calle? (con ojos espantados).  Desde su visión adolescente, una madre NUNCA debe llamar la atención. Por supuesto, ni se te ocurra bailar en público. Y menos con las plumas. En mi caso, cargan con esa cruz: saben que, entre otras cosas, estoy en ese mundo para avergonzarlos un poquito de vez en cuando.

    6) El concepto ducha rápida: no lo pillan.

   7) Aprender y aceptar que ese hijo grandullón mimoso que te acaba de abrazar en el pasillo, es el mismo que se convertirá en un orco desatado media hora después porque no sabe DÒNDE LE HAS PUESTO su camiseta favorita. Esa apestosa que dejó hace tres días hecha un ovillo a los pies de su cama y que tú te has negado a recoger.

   8) El pelo. Antes de preparar la mochila, hacer la cama o recoger su ropa, tienen que comprobar frente al espejo que el flequillo, tupé, melena...está exactamente donde debe estar. La agenda se puede quedar en casa perfectamente: no la van a echar de menos. Total, para lo que hay que anotar...

   9) El orden/ desorden de su habitación. Asume que a ellos NO LES MOLESTA la ropa sucia por el suelo. O encima de la cama. O encima de la silla... Lo más que podrían hacer por iniciativa propia es trasladar el montón: de la silla a la cama  (si se tienen que sentar), de la cama a la silla ( si se tienen que acostar), de la silla o la cama al interior del armario (si la tienen que esconder), sin que por ello la ropa pierda su identidad de montón  (ni hablar de perchas, por supuesto, cada prenda de ropa recuperaría su individualidad, algo que no se contempla).

10) La Play Station. Qué daño ha hecho en mi familia.  Mientras tu adolescente juegue,  estará sordo a todo lo demás y perderá el sentido común que tú empezabas esperanzada a vislumbrar en otras facetas de su vida. Da lo mismo que lo llames para comer, que le avises de que se está cayendo la casa o que le comuniques que unos mutantes están invadiendo el mundo empezando por su habitación. La respuesta será más o menos la misma: Vale, ahora voy ( no viene); vale, cinco minutos y voy ( tampoco viene); o vale, pero ahora no puedo, que no puedo guardar (la más sincera, ciertamente. Pero tampoco viene).

Y aun así, qué estimulante aventura es verlos crecer.




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