viernes, 21 de octubre de 2016

DE LOS MANIPULADORES

   Tengo buena memoria. Me acuerdo de (casi ) todo, aunque es verdad que, con el paso del tiempo, los buenos recuerdos parecen ganarles la batalla a los malos momentos y aparecen más nítidos, mejor alimentados, ocultando con su crecida dimensión la masa empequeñecida de lo que preferimos no evocar, de lo que desearíamos no haber vivido. Y si tenemos ocasión de contarlo, previamente lo vamos pasando por un tamiz que se deja atravesar por lo olvidable, reducido a pizcas de pequeño calibre y nos deja el grano amable, grueso, con más consistencia, ese que consigue cubrir cada época de felicidad sin fisuras para, al echar la vista atrás, componer una suma de breves relatos dulces, una suerte de biografía feliz. 

  Hasta aquí, nada más que mera supervivencia. Pero hay quién da un paso más y se instala en el mundo de la mentira y la manipulación. Son los que siempre recuerdan las cosas de otra manera, más favorable a ellos y con frecuencia, perjudicial para ti. Tratan de convencerte de que lo que tú recuerdas, no es cierto, Que eres tú el que mientes, tergiversas, manipulas. Normalmente no hay testigos, es tu palabra contra la suya, o si los hay, están en una situación de debilidad que hace que no cuenten como tales, es decir: nunca podrías ganártelos para tu causa, puesto que el miedo (lícito) a perder lo que tienen, los paraliza. Y entonces, el manipulador puede pasar impunemente a la fase dos:  se victimiza. Y lo hace ver, reparte generosamente su malestar, causado por ti: lo que sufre, lo que padece,  sus buenas intenciones y el mal que recibe a cambio...y deja que esta información circule, que rule, que se reparta como metida en un botafumeiro, impregnando bien el ambiente para asegurarse de que todo el que pase por allí la respire. 

  Esta gente carente de escrúpulos es ya bastante tóxica en su pequeña zona de influencia, lo que me hace comprender el poder venenoso de manipuladores que se encuentran en una situación de privilegio, de acceso a grupos religiosos, sociales o políticos  y sobre todo a medios de comunicación. La ocultación de hechos o de parte de los mismos, la filtración medida de lo que quieres dar a conocer, la amenaza de grandes males si se aceptan determinadas corrientes ideológicas (actitudes tipo que viene el coco), la interpretación interesada de algún comportamiento, las campañas indecentes para conseguir la subida a los altares de quien no lo merece o para orquestar el injusto linchamiento de quien ya no interesa a su siniestra causa.

   Desconfiamos de determinadas personas y de determinados medios en función de nuestras simpatías y creencias. Y viceversa. En ocasiones, la exposición de un punto de vista es tan burda y tan inconsistente que la intencionalidad  se transparenta a través del texto o del discurso. Lo malo son esas veces en que nos encontramos con noticias tan bien redactadas, con  opiniones tan bien argumentadas que las hacemos nuestras y además, una vez adoctrinados, nos encargamos de transmitirlas, formando parte del engranaje, del plan previsto. Y nos damos cuenta tarde, mal. O nunca. 

lunes, 17 de octubre de 2016

LUCÍA BERLÍN Y SU MANUAL DE VIDA





"Todos tenemos nuestros álbumes mentales. Planos congelados. Instantáneas de gente a la que amamos en distintos momentos"



   No sé si existe el puesto de librero de cabecera, pero yo tengo un candidato. Ésta fue su última recomendación: un libro maravilloso desde el primer al último relato. 

   Comencé a leerlo sin saber nada de la autora, pero una pequeña indagación posterior me descubrió que su escritura está tejida con fragmentos de su vida, agitada y difícil desde el principio, como parte de una familia poco convencional, nada protectora, y que ella supo alimentarse de cada experiencia para cubrir con un manto de verdad estas páginas. Una mujer valiente, porque estas historias son a la vez literatura y confesión, un desnudo. Adicciones, carencias, una niñez atípica, su maternidad múltiple, solitaria y demasiado precoz, sus dolencias, su complicada vida escolar y sobre todo sus trabajos: colegios, consultorios, hospitales y  limpieza a domicilio, la actividad que da título al libro: "Me encantan las casas, todas las cosas que cuentan", dice. Tantas ocupaciones en una sola vida le han dado materia prima para escribir relatos deslumbrantes en su sencillez. 

   En algunos cuentos encuentras su sentido del humor (Aquí puedes lavar los trapos sucios, reza en la entrada de una lavandería), las frases ingeniosas, las comparaciones mordaces, las  observaciones llenas de lucidez. En otros no hay lugar para la risa, la tristeza te acompaña desde el primer párrafo. En todas, su escritura precisa, las palabras que parecen fluir sin tropiezos, con el fin de contar lo que ella quiere, de dirigirnos por un determinado camino al ritmo elegido. Y esa vitalidad patente incluso entre la suciedad, la muerte, la enfermedad, la miseria. Muestra sin tapujos una descarnada cotidianidad, en ocasiones disparada a bocajarro.

   Mi cuento favorito es Mijito. Es ese relato que te revuelve durante su lectura y que después se te queda en la cabeza dando vueltas durante días sin  acabar de archivarse. Tiene alguna similitud que no voy a desvelar con Parece una tontería, de Carver, tanto en la temática como en su mezcla de sensibilidad y crudeza, y a nivel personal, por ese empeño en no dejarme. 

Conclusión: en mi modesta pseudoopinión de pseudobloguera, es altamente recomendable.