jueves, 13 de octubre de 2016

... OTRO PSEUDORELATO.

 COMO VINO DILUIDO




            Emocionada, cerré la puerta esta mañana muy despacio, para no despertar a nadie. Salí ligera de equipaje: mi pequeña mochila trotamundos con el pasaporte, algo de dinero, útiles de aseo, un poco de ropa, (no mucha, espero comprar allí prendas con estilo, con sello italiano, elegantes y cómodas), y mi mayor tesoro: una guía de Florencia llena de marcas y separadores, un libro estudiado al milímetro desde hace semanas. Por fin ha llegado el día, la fecha  marcada en rojo en el calendario. Piso fuerte calzada con mis usadas botas de peregrina incansable, dispuesta a caminar horas y horas hasta caer rendida, embriagada de tanta belleza. Mi hotel queda a un paso del Ponte Vecchio, lo elegí  tras horas de minuciosa búsqueda teniendo en cuenta la situación, el precio y las opiniones de otros viajeros. Madrugaré y veré amanecer desde las barandillas de los jardines de Bóboli, he leído que es una de las mejores experiencias para estrenar el día, viendo sus tejados encenderse poco a poco. Dicen que Florencia es romántica y magnética y que tiene un color violeta suave, como el vino diluido, pero yo la sueño más bien dorada justo a esa hora en que despierta el día. Me perderé más tarde por sus calles y museos, en la Galería Uffici, frente al Duomo, en la plaza de la Santa Croce. Y en tantos lugares… no puedo esperar a verme allí. Llevo la dirección  de mi alojamiento anotada en una pequeña libreta, junto con un plano de la ciudad: se lo enseñaré al taxista, aunque me he estudiado unas cuantas frases para hacerme entender, buon giorno, mi scusi, parli piu lentamente per favore, púo ripetere piano piano?... He casi viajado allí tantas veces, casi dormido allí, casi alcanzado mi sueño. No dejaré que me lo impidan de nuevo, me parece estar escuchando ya esos gritos que voy a ignorar, otra vez no mamá, esas voces exasperantes que me exigen que me detenga,  yo solo quiero ir a Florencia, deja ya esa historia del viaje, ya estuviste allí hace mucho tiempo, esos brazos que me sujetan con fuerza, otra vez lo has vuelto a hacer, esas desconocidas caras crispadas, no se te puede perder de vista ni un momento, me pesa mucho la mochila, unas estúpidas recriminaciones sobre mi preocupación y su egoísmo, o es al revés, su preocupación y mi egoísmo, tengo que coger mi avión,  y no se qué monsergas más sobre fugas nocturnas con una bolsa de basura a la espalda y una guía de teléfonos en la mano. Y qué les pasa a estas malditas botas, que se me escapan todo el rato y me impiden correr, ni que fueran zapatillas de andar por casa.

lunes, 10 de octubre de 2016

DE LA LIBERTAD CREATIVA II

   Leo que una escritora española publica ahora un libro nuevo. El libro es una ficción, pero para construir el relato y como punto de partida, la autora utiliza una anécdota real, triste, que le ocurrió a otra escritora hace unos años y, a partir de entonces, fabula sobre sus últimos días usando su nombre verdadero, el cual aparece hasta en el título. Leo también una entrevista con la escritora, justificando que AGM no es en realidad la protagonista, sino el motivo del libro. Matiza con insistencia que no es una biografía, que los datos que emplea están sacados de internet, es decir, al alcance de cualquiera. Que su intención era más rescatar el nombre del olvido y hacerle una especie de homenaje. Y por último leo un articulo de alguien muy cercano a la no-protagonista que siente el libro como una agresión a los que la quieren y al respeto a su memoria, como un robo de su vida y de su nombre, como un atrevimiento  injustificable y una falta de empatía hacia los que aun conservan vivo su amor hacia ella, ya desaparecida.

      A mí, normalmente, me interesan las biografías de gente ausente hace tantos años que no queda nadie a quien molestar, las que ya no pueden hacer daño ni desvelar nada que no debiera ser contado. Las de gente viva me suelen inquietar y más aún las memorias. Y me refiero a los capítulos que relatan el ámbito personal, no las facetas profesionales, políticas o sociales del narrador.  Las que son autocomplacientes  me suelen resultar mentirosas, y las que son sinceras, a menudo me causan malestar por su potencial tóxico sobre los actores involuntarios de la narración, los que jugaron su baza cuando tocaba, los que durante un tiempo compartieron espacio o desnudaron su alma al hermano, hijo, amigo, amante... sin saber que un día, esos momentos pasarían a ser redactados, puede que incluso de manera exquisita, para ser expuestos como un egoísta ejercicio de  exorcismo y liberación o quizá como simple e impúdico divertimento. En cualquier caso, escritas bajo el vano y fácil argumento de que la libertad creativa ( otra vez a vueltas con eso) está por encima de todo, incluso de los afectos y del obligado respeto;  apoyados en el razonamiento de que todos somos dueños de nuestras vidas, como si pudiéramos pasar por las vidas de los otros sin dejar huella. Me resulta inaceptable el uso de las experiencias de otros, aunque sean compartidas, el hecho de exponer su existencia como una prenda usada del revés, con sus nudos, sus costuras, sus remiendos a la vista  de todos, con sus miserias tan comunes a las nuestras juzgadas y vistas para sentencia pública. 

  En este caso, en esta no-biografía, ni siquiera puede alegar la propiedad de algún recuerdo compartido, de alguna vivencia común. Es un uso ( o abuso) de un nombre  cuya dimensión personal es ajena y desconocida para ella, un nombre, sin embargo, detrás del que aún sobreviven afectos latentes y susceptibles de ser lastimados, como así ha sido. Es inexplicable que nadie, de entre todos los elegidos que habrán tenido el libro entre sus manos antes de ser publicado, haya sido capaz de predecir este daño, así que me inclino a pensar que sí, que  lo esperaban  y lo han aceptado como un inevitable daño colateral.

  Yo, para variar, me posiciono del bando de los heridos. ¿De verdad será tan fácil para el lector separar los datos reales de los que no lo son o, al hacer la lectura del libro, asociaremos para siempre la imagen del personaje a la de la persona? Y si, de verdad, solo toma ese incidente como punto de partida, ¿no podría haber utilizado cualquier nombre ficticio sin que la historia hubiera cambiado de forma sustancial? No sé, se me ocurre que alguien que hubiera coincidido con esta señora en algún mal trago de su vida, por ejemplo, en sus años escolares, o al que le hubieran contado algún capítulo más bien olvidable de aquella época, podría ahora utilizarlo y escribir un libro, " La trágica niñez de EN", fantaseando con cómo, a partir de ese momento, arrastró una vida de complejos, carencias y melancolías varias. Poniendo bien claro que todo es fruto de su imaginación, excepto unos pocos datos biográficos bien destacados. para que no haya duda. Porque quién puede impedir a ese alguien fabular, quién se atreve a cortar las alas a un creador.