lunes, 24 de abril de 2017

DE DESFILES Y TRASTIENDAS

   A mí hay frases que se me pegan, que se me enganchan sin remedio y se me presentan después cual aparición en cuanto recibo un estímulo adecuado, igual que me ocurre con las canciones. Luego, en algún momento, se van y son sustituidas por otras. Ahora tengo varias, agazapadas y alerta a la espera de ser requeridas y poder decir aquí estoy yo. Una es de P.R., una declaración contundente respecto a lo escasas que se nos iban a quedar las calles si se celebrara alguna vez el Día del Orgullo Gilipollas. Me gustó la primera persona del plural, asumir que todos somos posibles candidatos a participar en ese  hipotético y multitudinario desfile pero, por otro lado, añado que se me hace difícil suponer que uno pueda autoproclamarse gilipollas, así, públicamente y  pasear este título con  orgullo y la cabeza alta por la calles de su ciudad. Que otra cosa es que hubiera que ir invitado, recomendado previa nominación de otro, que ahí ya sí las calles reventarían por sus costuras de tanta abundancia de individuos. A lo que iba: raro es el día en que no escuche a un fulano o lea alguna declaración de un mengano, o incluso en que no me vea a mí misma tras alguna maniobra particularmente torpe o inoportuna, y vea claro que ya están (estamos) haciendo méritos para encabezar el desfile. Si hasta a veces los visualizo ondeando la bandera del colectivo con garbo y poderío.

 Hace un par de días leí un articulo de  M.M. y hubo otra frase que se me estableció temporalmente: "La superficie de la vida común es más grata que nunca en estos días de primavera temprana". La superficie, la epidermis de la sociedad. Por motivos de trabajo, hay ocasiones en las que la gente me cuenta cosas muy personales. Esta mañana he hablado con alguien a quien había visto con frecuencia por la calle. Es un hombre fuerte, grande, con cierto aire vikingo: por eso quizá se me había grabado su imagen robusta, su aspecto decidido, casi indestructible. Hoy hace un día bonito. con la superficie soleada y limpia, pero, para mi sorpresa, el vikingo guarda bajo su corpachón una carga pesada de inseguridad, angustia y miedo.  En ese momento se me despertó la frase en cuestión. Comparto con MM la necesidad de "fabricar" sociedades con la epidermis saneada, lo importante que es vivir en lugares con jardines limpios, comida abundante y variada, zonas de encuentro abiertas y agradables, hospitales accesibles... y además, acepto la importancia de haber llegado a ese punto en el que circulas por todo esto con la naturalidad de saberlo cotidiano. Lo cierto es que este escaparate tan limpio oculta detrás muchas trastiendas sombrías habitadas por gente que lucha por abrir ventanas, que busca un poco de esa luz primaveral que anda hoy iluminando a diestro y siniestro la superficie de la vida en común. Mientras tanto, el cielo vikingo y otros muchos cielos permanecen a oscuras.