martes, 25 de septiembre de 2018

BUSCANDO A MEMOs




    Lo de cumplir años está lleno de efectos colaterales. De los indeseados mejor ni hablar. Otros hay que te van facilitando un poco la vida, no tanto por hacerte más sabio, sino más práctico, más selectivo. 
   
   Me gusta rodearme de gente inteligente, de los que saben y comparten su saber, o su ingenio, o sus experiencias de vida, de forma generosa y oportuna, en dosis adecuadas para que tú les sigas sin perderte. Estos amigos doctos en lo suyo suelen tener sus zonas oscuras, terrenos en los que pisan más inseguros, en los que se adentran con miedo y admiten con buen humor su desconocimiento. Son divertidos o patosos, según el momento, y utilizan un variado abanico de emociones. Me atrae la gente  que se sabe imperfecta, que asume sus debilidades sin pudor pero con ganas de dejarse enseñar, que sabe escuchar a otros, que disfruta de los extremos, de una conversación profunda y de una trivial y frívola, de una visita a un museo, de la lectura de un libro o de una tarde de rebajas, que tienen sus días grises pero que otros días son ellos quienes te sacan a ti del pozo.
   
   Yo con los listos ya no puedo, los que saben de todo, esos que te dan lecciones y te miran con condescendencia cuando tú, tan tonto, no estás a su nivel, ya sea para reemplazar un enchufe, entender un enlace covalente, o leer a Goethe en su alemán de origen, pues ya se sabe que traducido pierde mucho. Los que hablan con desprecio de la gente débil, de los "fracasados" que no han conseguido triunfar como ellos, de los que opinan de todo y nos adoctrinan a los demás con toda su sabiduría. Que nos miran por encima del hombro o de sus gafas por no pensar adecuadamente y llegar a sus mismas conclusiones, que aparentan ser rocas marmóreas sin fisuras y no admiten jamás una equivocación ni un descuido, que buscan siempre culpar a otros, que tratan de ocultar su pobreza emocional con ironías y sarcasmos sobre aquellos que se atreven a cuestionar su proceder, tratando de humillar, sembrar cizaña y mala hierba de forma barata, cobarde y ofensiva. Ellos, por definición, nunca comenten errores, pero tampoco se justifican si les pones en duda, si tratas de debatir sobre su comportamiento, disfrazando su falta de criterios y de argumentos con ataques y burlas, desde ese pedestal en el que solo ellos se ven, lanzando mentiras desde su actitud de sobrados, ya les preguntes sobre un desvío sospechoso de dinero público, por los motivos para meternos en una guerra o en cualquier jardín peligroso o por sus razones para gestionar una colectividad de forma soberbia y prepotente. Están en todas partes. Basan sus relaciones en la desconfianza y en dar por sentado que todos tenemos un interés en sacar tajada, de beneficiarnos de alguna manera en todas nuestras actuaciones. Ya se sabe, cree el ladrón...  

   Con la edad, he comprendido que soy mucho más feliz cuando me rodeo de gente rica en emociones, generosa, que sabe ver lo bueno que hay en mí mejor que yo misma, y que, de entrada, presupone siempre buenas intenciones hasta que se demuestre lo contrario. Gente empática siempre, brillante muchas veces, otras un poco torpe, insegura, y en contadas ocasiones, algo perdida, ignorante,boba, adorablemente mema.