viernes, 11 de noviembre de 2016

DE TRUMP Y LOS DESPROPÒSITOS

   Se supone que para cada situación hay una serie de respuestas lógicas y aceptadas y otras que no lo son tanto. Es más, según la personalidad de cada uno, habría una o varias reacciones entendidas como razonables y otras que no, que cualquiera calificaríamos de inesperadas, sorprendentes e incluso inauditas.

   Yo misma: hace hace años residí en un Colegio Mayor regentado por monjas. O sea, femenino. Los hombres (salvo padres y hermanos), tenían el paso completamente prohibido. Yo compartía habitación, pero ese fin de semana me había quedado sola. Creo recordar que había puente y muchas estudiantes se habían ido a casa. Debo aclarar, en mi descargo, que mi sueño era y es profundo y que al despertarme, más si es bruscamente,  me cuesta unos minutos razonar con cierta lucidez. En plena noche llamaron a mi puerta. Creí que sería alguna residente que necesitaría algo y abrí sin pensármelo. Me encontré a un tío que por señas me indicaba que bajara la voz y me preguntaba por la habitación de X. Que era amiga suya y habían quedado, me contó muy amable y en tono muy bajito ( lo más normal del mundo). No sentí miedo. Yo ahora lo recuerdo y no me reconozco, no me comprendo. No me planteé qué coño hace este tío aquí, para qué querrá ir a la habitación de X (o sea, lo que haría cualquier persona medianamente sensata). No. Yo, como si estuviéramos en la Gran Vía y me hubiera preguntado por la entrada más cercana al Corte Inglés. Solo me faltó presentarme y darle dos besos. Le dije algo así como que no estaba segura y que preguntara en otra habitación. X no era de mi círculo más cercano y, por lo que se ve, no me pareció descabellada la posibilidad de esa cita: ya éramos mayores de edad y no era asunto mío. Cerré la puerta y me volví a dormir. Al día siguiente me enteré del caos en que se había convertido el colegio esa noche. Eran dos o tres chicos, creo. Supongo que algo bebidos tras una noche de copas. Conocidos de X y sus amigas. Que entraron saltando la tapia y forzando alguna ventana, o algo así. Como ladrones, vamos. Que su intención era darles una sorpresa y gastar una broma. Algunas los escucharon por el pasillo, a la puerta de otras llamaron igual que a la mía y varias de ellas entraron en pánico. Carreras por los pasillos, avisos a las monjas.y supongo que a la policía, aunque no lo recuerdo. Nadie daba crédito a mi reacción. Inaudita.

 Hace menos años, a primera hora de la tarde, en mi lugar de trabajo entró un individuo alto, delgado y nervioso y sin mucho preámbulo, me dijo que le diera todo el dinero del que dispusiéramos y que, si tenía alguna duda al respecto, venía acompañado de una amiga, una navaja abierta, que me enseñó, para esconderla detrás de su espalda al escuchar entrar a alguien. Ese alguien era una señora con sus dos hijos, pequeños que, con toda naturalidad, se dispuso a esperar su turno para ser atendida tras el chorizo. Yo, que estaba sacando todo el dinero de la caja registradora para entregárselo al tipo que no se separaba de mi lado, le informé a la señora de que nos estaban robando, por si no se había dado cuenta. En ese mismo instante. Vamos, que me iba a ser imposible atenderla. Ella cogió a sus hijos y se marchó. Avisará a la policía, pensé, aunque ya llegará tarde. El ladrón tardó poco en salir con su botín, a mí me empezaron a temblar las piernas sin control...y en ese momento la buena señora que, al parecer, esperaba pacientemente su turno en la puerta, asomó la cabeza y preguntó: ¿ya?

   Y luego está la unión de miles de desatinos personales que se convierten en uno enorme, como por ejemplo votar a Trump y convertirlo en presidente de los Estados Unidos de América. No parece haber demostrado en campaña mucho más que lo que ya aparentaba ser: prepotente, bocazas, machista, políticamente ignorante, peligroso. He leído análisis políticos sobre las causas, declaraciones de votantes justificando el porqué. pero ni así, desde aquí, a miles de kilómetros de distancia, puedo ver tal decisión como otra cosa distinta a un eso: un gran despropósito. A lo mejor es que la gente supuestamente sensata y con capacidad de reaccionar como se debe ha hecho lo mismo que hice yo, o que hizo esa señora: escuchar lo que tenia que decir sin mucho interés, pensar que no era asunto suyo y esperar en la puerta o echarse a dormir, en lugar de actuar, de levantarse e ir a votar, no ya a favor de Clinton, si no en contra de Trump. He vuelto a leer el artículo de Michael Moore con las cinco razones por las que él pensaba (se temía) que iba a ganar Trump, y en los primeros párrafos ya hablaba de esto: del riesgo de que solo los furibundos y motivados votantes de este candidato acudieran en masa a votar, mientras que, cito cuasi-textualmente:  los "votantes de barrios pobres, con mayoría de negros e hispanos, no solo tendrán que hacer una cola más larga, sino que se hará todo lo posible para evitar que vayan a votar". Además de esto, supongo también que Hillary es mucho más popular fuera que dentro de su país y que hay montones de matices a estudiar por expertos analistas políticos que justifiquen este resultado. Yo sigo sin comprender nada pero, de momento, y basándome en la simpleza de mi propio análisis de la situación, creo que no volveré a echarme a dormir cuando un problema llame a mi puerta: a lo peor, sí es asunto mío

lunes, 7 de noviembre de 2016

NADA (MICROJUEGO)

NADA

— ¿Qué estás leyendo ahora?
—Nada
—Yo lo leí hace tiempo. Me gustó.
— ¿El qué?
Nada.
— ¿Nada de qué?
— Será Nada de quién
— ¿De quién qué?
Nada.
— No te entiendo, ¿Y te gustó, dices?
— Me gustó bastante, sí. Aunque fue hace tiempo, como te digo. Creo que ya apenas me acuerdo.
— ¿De qué?
—De nada.
—Acabemos. Gracias por el juego.
—Será por el fuego
— ¿Qué fuego?
— El fuego. Gracias por el fuego. También lo he leído. Me gustó, aunque no es lo mejor del autor. Prefiero sus narraciones breves, como Eso.
— ¿Eso de qué?
— Será Eso de quién.
—  Mejor nada.
— Eso pienso yo. Mejor Nada.