La tarántula Cósima
quería lograr
la fórmula mágica para
volar.
Ella vivía en una
esquina
pobre y patética de
mi desván.
Era algo mística,
también lunática
y a todas horas,
desde el rincón,
manifestaba, con
voz dramática
que ella soñaba con
ver el mar
-“Si con mis
cálculos de matemáticas
yo consiguiera
salir de aquí,
iría hasta México, la Unión Soviética ,
hasta la China ó Madagascar”.
Ella tejía, con fina técnica,
cada centímetro de
su sedal,
metros y metros de suave
seda
para llegar hasta
el ventanal.
-“Quiero una
brújula para el viaje
que marque el norte
para llegar,
al lugar mítico, al
reino fantástico
donde por fin yo
pueda volar”.
Los habitantes del
desván lúgubre,
moscas, termitas y algún ratón
pérfidos, crueles y
hasta sarcásticos
le contestaban a
viva voz:
-“Claro que puedes,
pequeña Cósima,
si bien trabajas lo
lograrás.
Usa la física y la
aritmética
y entonces sí lo
conseguirás.
-Trabaja rápido como
una máquina,
teje que teje un
poco más,
que en pocos días,
tu larga tela ,
hasta tu sueño te
llevará".
La golondrina, algo
neurótica,
volaba en círculos
sin descansar
y presumía de ser
fantástica ,
la única alada en
ese lugar.
-“Querida Cósima,
no seas patética,
nunca podrías ser
como yo.
No existe magia, ni
lugar mítico:
nunca una araña
pudo volar.
-No escuches músicas
de estos hipócritas,
sus lenguas cínicas
te engañarán:
no hay un océano
tras la ventana,
al que tú sola
puedas llegar".
La tarántula Cósima
soltó una lágrima
mientras miraba al
ave volar
y suspiraba con
aire trágico
al ver su sueño
marchar, sin más.
La golondrina iba tan rígida,
tan envarada que,
sin querer,
chocó de bruces con
la ventana
y abrió un
rectángulo en el cristal.
Se quedó pálida,
muda y estática,
en una esquina de
mi desván
y a nuestra Cósima, sobre su seda ,
el viento nórdico la hizo volar