domingo, 24 de julio de 2016

LA LETRA PEQUEÑA

Mis esperadas vacaciones me han mantenido alejada de este pseudoblog durante semanas. Primero por la preparación previa, después por el disfrute propiamente dicho y finalmente por la resaca posterior.

Aunque todos compartimos sentimientos parecidos en relación a estos días, y admito que ya es un lujo el hecho de poder disfrutarlas, en mi caso tiene  mucho de huida, de salto sin mirar atrás.

Los días son más largos y  luminosos aunque caigan chuzos, tengo la risa  fácil y el mundo me parece un lugar más amigo. Sin horarios ni obligaciones, mi gente encaja mejor, y las conversaciones brotan y me descubren facetas nuevas, sorprendentes o divertidas. Me gusta cómo somos esos días.

La vuelta es una tarea perezosa, una sobredosis de realidad y un molesto pellizco en tu renacido entusiasmo: todo está exactamente en el mismo lugar dónde se quedó, y te espera, paciente, para volver a instalarse en tus costuras.

A simple vista las condiciones son las mismas, y el color de tu piel más saludable. Lo malo en la vida suele estar en la letra pequeña. Como en todo contrato indefinido.

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