martes, 29 de noviembre de 2016

LA HABITACIÓN DE NONA Y OTROS CUARTOS



   La mayoría de las veces lees un libro sin conocer al autor, sin saber cómo habla, cómo se ríe, cómo trabaja. A veces es un escritor reconocido y puedes investigar en busca de información: entrevistas, artículos, perfiles, biografías. Un puñado de ocasiones tienes la suerte de escucharlos comentar alguna de sus obras, de acudir a una presentación en la que puede que te guste o no lo que comunica y cómo lo hace, que te aburra, que te divierta, que te intrigue, que su personalidad encaje con lo que proyecta en el papel, que te chirríe lo que ves y lo que escuchas en relación a lo que imaginabas, que te parezca descuidado, burdo, en contraste al preciosismo detallista de su prosa o que te choque encontrar a alguien dulce y prudente que firma textos rudos, brutales, atrevidos. Y hay casos excepcionales, esos en los que todo encaja: admiras al autor, lo que cuenta y cómo lo cuenta, su particular mundo narrativo, especial y reconocible, te encuentras con la posibilidad de ir a escucharlo, de acercarte a él y hablarle y, además, como premio, lo que descubres es mucho más de lo que esperabas, puesto que lo que dice es casi tan estimulante y fluye tan bien como lo que escribe. Yo he tenido esa suerte hace unos días con este libro y esta autora.

   Hacía tiempo que no leía ningún relato suyo, pero conservo su nombre en un cajón de mi memoria donde guardo bastante desordenados e incompletos a mis maestros del cuento. Mis cuentistas o cuenteros de cabecera. Esta vez el libro venía avalado por recientes premios importantes. Al contrario que en otras ocasiones, primero fue su voz y luego su palabra escrita. Habló de su amor por el relato oral, del recuerdo de esos cuentos de miedo que adoraba escuchar de niña, de los relatos de Poe leídos y mejorados por su hermano en su hogar infantil, del deslumbramiento tardío por la obra de Emilia Pardo Bazán, Comentó su visión personal sobre la forma de narrar, de su concepción de los libros de cuentos como una casa con varias habitaciones, en las que cada una es distinta: la decoración, el color, el ambiente... pero hacen falta todas para completar ese edificio. Que un libro, una historia, es un viaje al que el autor invita al lector y lo lleva de la mano hasta el punto final; a partir de ahí, el lector queda solo y decide si quiere terminar el recorrido o continuar hasta dónde le lleve su imaginación. Nos habló con pasión  y entusiasmo de cómo ella disfruta en su propio trayecto, en el proceso de ir abriendo puertas según escribe sin saber exactamente a dónde le conducirán, puesto que las propias historias deciden y le imponen finales inesperados. De la importancia del orden de los cuentos, o de las habitaciones, que es lo mismo. Creo que tanta vitalidad y entusiasmo en su siembra, en su trabajo, justifican la calidad de sus cosechas, 

   Y al día siguiente vino la palabra escrita. Son seis estancias, y la primera es la que da nombre al libro. La habitación de Nona. Es un cuento conmovedor que requiere una lectura lenta. Con palabras sencillas, con silencios, va tejiendo un relato que describe emociones complejas. La envidia, el anhelo de otra vida distinta hecha de sueños y deseos que buscan disfrazar una realidad que no le gusta. La decisión de transformar las cosas a su antojo, de convertirse en otra y creérselo, para lo que la protagonista necesita una vida sin espejos. De lo que ocurre hay pequeñas pistas desde el principio. recordándonos que  nuestras engañosas memorias están llenas de falsos recuerdos, que nuestros recuerdos pueden estar elaborados, o lo que es lo mismo, disfrazados.

    Hablar con viejas es quizá el más flojo para mí, o mejor dicho, el menos brillante. En su presentación lo compararon con un cuento clásico, algo así como a una Caperucita a la inversa. Es fácil encontrarle analogías, y es espléndido en su desarrollo: intriga, ritmo, sorpresa...pero en mi opinión lo que falla es la verosimilitud. Y ella misma dijo que en eso está la clave de un  buen relato.

   Me gusta Barbro, toda su estructura narrativa, lo que cuenta y lo que se adivina, completado con un fantástico final, la posibilidad de una pequeña venganza que atenúe en parte el dolor causado durante años por una malísima madrastra de manual. Yo creo que es redondo, impecable.

   Y me parece brillante el cuento final, el que concluye el libro, el que completa la casa: Días entre los Wasi-Wanos. Perfecto para cerrar la puerta y dejarnos solos en la continuación del viaje. Contiene casi todo el mundo de la autora en unas pocas páginas: magia, curiosidad por lo distinto, deseo de aventura, admiración y amor, misterio, inocencia y decepción, derroche de imaginación, miedo. Es un enorme alegato a favor de la libertad, de la necesidad de perseguir los sueños para ser feliz,  de la valentía para luchar por ellos y de la imaginación como un legado único para unos pocos elegidos. Porque la cobardía o el exceso de prudencia se vuelven contra el que la practica. Palabra de Tristán... ¿ O palabra de Wasi-Wano?.

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