martes, 27 de junio de 2017

TERCER VIAJE A MACONDO





   Hace un par de meses recibí como regalo esta preciosa edición ilustrada de uno de mis libros favoritos. Quizá hayan pasado unos treinta años desde la primera vez que viajé a Macondo, pero recuerdo muy bien la fascinación, el deslumbramiento, el entusiasmo con el que recorrí sus calles, o sus páginas. Sé que en algún momento volví encantada por segunda vez. Hoy acabo de terminar mi tercer viaje.


   Publicada en 1967, esta obra aparece siempre en todas las listas: de las mejores del siglo XX, de lo más sobresaliente en la literatura hispanoamericana, de las más traducidas...Desde luego, está en mi lista de lo más de lo más: a mí me parece una obra redonda, concebida y escrita de forma magistral, por cómo empieza y cómo acaba, por sus personajes, tantos, tan singulares y únicos que merecerían un libro para ellos solos. 
  
  Esta aventura consiste en asistir como espectador al nacimiento y a la desaparición de un pueblo, Macondo, y de una familia, los Buendía. En observar cómo se levanta una casa familiar construida a la orilla de un río, cómo crece a la vez que lo hace la familia, un hogar que va ganando terreno a la selva, sumando habitaciones, abriendo puertas y ventanas al sol, al viento, a los viajeros. En contemplar cómo al mismo tiempo que el pueblo va perdiendo su esplendor, la gran casa y los pocos supervivientes de la dinastía van siendo abandonados, invadidos por la vegetación a la que una vez le ganaron la partida, por el olvido, la ruina, la oscuridad, hasta  que llega el día en que la familia, la casa y el pueblo son arrasados por el viento y desterradas de la memoria de los hombres, tal y como vaticinaban los pergaminos.

   El libro contiene una historia extraordinaria, llena de sucesos mágicos, increíbles y hasta inverosímiles contada con un tono de normalidad : una lluvia de flores, una ascensión a los cielos, nubes de mariposas, apariciones, presagios...

   "...Vieron a través de las ventanas que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa , y cubrieron los techos y atascaron las puertas y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro."

   Tiene dentro la vida entera: abundancia y derroche, carencia y hambre, la sequía más tenaz y un diluvio que dura casi cinco años, revoluciones y tratados de paz, una dinastía de siete generaciones en la que los nombres se repiten y también los amores prohibidos, y la soledad, y los acontecimientos, y las apariciones de los muertos. Hay algo cíclico y recurrente en cada nueva generación de Buendías, cosas que parecen acabadas, olvidadas y sin embargo comienzan de nuevo, despiertan en algún momento con algún nuevo Buendía, una especie de maldición del todo vuelve a empezar, representado en la ocupación final del coronel. que fabrica día tras día pececitos de oro, con infinita paciencia y minuciosidad, con el único objetivo de volver a fundirlos una vez terminados e iniciar otra vez su laboriosa tarea, en un ciclo sin fin en apariencia improductivo e inútil.

   Hay mucho de magia y algo religioso, bíblico, en alguno de sus capítulos: las plagas de insomnio y olvido, la ascensión de Remedios la bella a los cielos, el Éxodo de José Arcadio y Úrsula hasta fundar Macondo, el largo diluvio...

   Quién sabe, puede que algún día haga este viaje otra vez. Cuesta despedirse para siempre de Macondo, de tantos Aurelianos, Arcadios, Úrsulas, Amarantas. No tienen ya otro lugar en el mundo, sólo una vida eterna e inmortal sobre unas páginas de papel. Porque, aunque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra, siempre la tendrán en la imaginación y el recuerdo. Una segunda, una tercera... y hasta puede que una cuarta.

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